La mujer del viajero en el tiempo, de Audrey Niffenegger

Título: La mujer del viajero en el tiempo

Autora: Audrey Niffenegger

Editorial: Debolsillo

Año de publicación: 2003

Páginas: 599

ISBN: 9788483460474

Esta no es una reseña cualquiera. Es distinta, especial, diferente. Porque aunque la publico en el blog ahora, la escribí el viernes día 13. En un folio, con un boli, apoyada en un cuaderno y tumbada en la cama. Comencé a escribirla a las 9 de la mañana. Mi pobre portátil, que ya tenía 8 años, se había estropeado el día anterior. Esta es la primera reseña que publico en el blog con el portátil nuevo. No sabía cuántos días iban a tardar en arreglarlo o en comprarme uno nuevo, pero lo que sí sabía era que no podía esperar. Necesitaba escribir esta reseña. 

Daba igual cómo. Lo importante es que había terminado de leer La mujer del viajero en el tiempo la tarde anterior y necesitaba escribir la reseña cuanto antes. Incluso esa noche había soñado con el libro.

Con todo esto, ya os podéis hacer una idea de lo muchísimo que me ha gustado esta novela que descubrí gracias a una oferta de unos grandes almacenes y a una lectura conjunta organizada desde el blog Leo, luego existo en la que debíamos leer el libro la primera quincena de agosto y publicar la reseña la segunda quincena. Aunque con un poco más tarde de lo que me habría gustado por los problemas tecnológicos, aquí esta mi reseña.

A pesar de sus 599 páginas, el libro me ha durado una semana escasa y me ha dado muchísima pena terminarlo e, incluso, me atrevería a decir que se me ha hecho muy corto. No podía dejar de leer, necesitaba saber qué les ocurría a Clare y a Henry. Niffenegger ha escrito una novela tan cercana y humana que, al final, Clare y Henry son como de la familia. Por eso resulta imposible no meterse de lleno en la historia desde la primera hasta la última página. Y, porque los personajes son, por encima de todo, humanos, reales y próximos, los viajes a través del tiempo de Henry, sus escapadas sin horario de vuelta, repentinas, desnudo, con un hambre voraz y sin previo aviso al pasado y, en contadas ocasiones, al futuro, nos resultan tan creíbles, lógicas y coherentes que pasan a un segundo plano.

Precisamente por eso, sólo vemos a Henry como un bibliotecario que cada día lucha con todas sus fuerzas para hacer realidad su sueño: llevar una vida normal. Pero, aun así, a pesar de ser alguien diferente, raro, distinto a los demás por culpa de su disfunción genética, que lo catapulta a través del tiempo aunque él no quiera, es inevitable sentir lástima, cariño, compasión y ternura por él. Porque Henry no es sólo un viajero en el tiempo es, sobre todo, un personaje entrañable e inolvidable.

Por eso compartimos y sentimos como nuestras sus alegrías: sus viajes a pasado para volver a ver a su madre, el día de su boda, el nacimiento de su hija Alba y, por encima de todo, sus reencuentros con Clare en el calvero del prado de Casa Alondra, el hogar de la familia de Clare, su amiga, su compañera, su confidente, su amante, su cómplice. En definitiva, su otra mitad, su alma gemela.

No importa que Henry sea ocho años mayor que Clare o que, cuando se vieron por primera vez, él tuviera 36 años y ella sólo 6. Como tampoco importa que Clare se pase la vida en su estudio, en el que crea sus esculturas, esperando a que Henry vuelva de donde esté, da igual que sea el pasado o el futuro, siempre y cuando regrese sano y salvo. No importa que él no pueda contarle casi nada de lo que ha visto y vivido en sus viajes.

Porque lo único que importa y lo único que ambos desean con toda su alma es poder aferrarse al presente, ser felices en cada momento, hoy, aquí y ahora. Y saben que para lograrlo cuentan con el arma más duradera, la más poderosa, la más fuerte, la más inquebrantable, la más intemporal y eterna: su amor.

Ese amor que les ata a la vida y al presente y les permite superar cualquier obstáculo que les imponga el destino. Los continuos e inevitables viajes al pasado de Henry para revivir una y otra vez, desde todos los ángulos posibles, el accidente de coche que salvó su vida y acabó con la de su madre aquella Nochebuena en la que él tan sólo era un niño de 6 años. El egoísmo, la soledad y el alcoholismo que día a día destruye a su padre desde que su madre murió. Las manías, las locuras y las depresiones de la madre de Clare. El intento de violación del que fue víctima cuando tenía 16 años. Los continuos abortos, cada cual más doloroso y cruel que el anterior.

Pero, a pesar de todo, ellos saben que, pase lo que pase, seguirán juntos. No saben qué les deparará el futuro, al menos Clare no, y Henry no lo sabe todo, pero sí saben que su amor es eterno y que vivirá siempre. Ayer, hoy y mañana. En definitiva, La mujer del viajero en el tiempo es una obra fascinante que nos enseña a vivir intensamente el presente sin pensar en el futuro y, al mismo tiempo, sin olvidar el pasado. Que nos enseña a valorar el amor que día a día nos regalan nuestras parejas, familiares y amigos. Y que también nos enseña a querer y a aceptar a las personas que nos rodean tal y como son, sin juzgarlas y sin intentar cambiarlas.

La mujer del viajero en el tiempo es una novela deliciosa, tierna, romántica, original, divertida y sorprendente, pero también es una historia dura, cruel, llena de dolor, de enfermedad, de muerte y de sufrimiento. Hace reír y hace llorar. Es real y es fantástica. Pero, sobre todo, es intensa y auténtica. Como la vida. Como el amor.

Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.