Zerocalcare (Italia, 1983) del que ya hablé hace unos meses en mi reseña de Olvida mi nombre, tiene una curiosa anécdota de cómo eligió su seudónimo: Michele Rech, nombre real del autor, necesitaba entrar en un chat con urgencia y tomó como nombre el de una marca que tenía un anuncio muy popular por aquel entonces. De esta forma tan impulsiva eligió el nombre que después usaría para realizar grafitis y para su carrera de ilustrador.
Este ilustrador lleva muchos años vinculado a diversos movimientos políticos, no en vano comenzó su carrera realizando caricaturas contra la cumbre del G8 de Génova de 2001. Por eso parece lógico el salto del cómic biográfico de anteriores novelas al reportaje ilustrado que realiza en esta obra.
Kobane calling se divide en dos partes: La primera comprende los preparativos del viaje por parte del autor y la visita a la localidad de Mehser, en el Kurdistán turco, que además está junto a la frontera de la zona siria controlada por el grupo terrorista Estado Islámico. Nuestro protagonista emprende esta aventura a un lugar tan alejado del barrio de Revivia, su patria chica a la que se siente fuertemente unido.
Entre los diversos sucesos que narra está el momento en el que les comunica a sus padres la decisión de emprender el viaje. A Zerocalcare le recuerda a cuando les explicó a sus padres que le habían echado del colegio por su mal comportamiento. Pero se sorprende de que no reaccionen igual y la razón de ello es obvia para todo el mundo, menos para el dibujante: sus padres le recuerdan que ya tiene más de 30 años y que no son quienes para prohibirle nada, además de que va acompañado por gente mucho más sensata que él.
Este pasaje me sorprendió y me recordó al anterior cómic que había leído de él y que ya reseñé en este blog: parece que el autor padece el Síndrome de Peter Pan, no asume que ya es un adulto y la posición que le da esto frente a los demás.
A continuación, vivimos las andaduras del italiano y sus amigos por los tortuosos caminos de la burocracia para poder continuar su viaje y un breve resumen de los avatares de la Historia que han llevado al pueblo Kurdo a ver su territorio dividido en varios estados.
En la segunda parte, que me ha parecido mucho mejor, Zerocalcare se embarca en un segundo viaje con sus compañeros a la región autónoma de Rojava, en el Kurdistán iraní y culmina al llegar a la ciudad de Kobane, símbolo de la resistencia kurda frente al Estado Islámico.
Zero está emocionado por poder visitar esa zona que se ha convertido en símbolo de convivencia entre diferentes etnias y por tener una constitución muy progresista, incluso comparándola con la de países europeos.
El autor expresa su zozobra emocional entre la ilusión y el escepticismo, le parece demasiado bueno para ser cierto lo que le han contado. En su visita ve las dificultades que tienen para aplicar ese sueño.
Esta parte me ha parecido mucho más madura que la anterior y mucho más reflexiva. Pero aun así repite los mismos errores, parece que teme caer en un tono serio que seguramente lo exige el tema que está tratando y por eso incluye chistes fuera de lugar y referencias a cómics y películas que tampoco vienen a cuento. Es cierto que esos recursos funcionan en algunas ocasiones, como para narrar el cruce desde Irán a Siria para visitar la ciudad de Kobane, que ha sido recientemente liberada del Estado Islámico.
Ahí viven una situación kafkiana, ya que el responsable de que crucen dicha frontera es un funcionario que les deja pasar con la condición de “no volver a entrar en Siria nunca más”. Zero dibuja de forma satírica como un señor de la guerra salido de una película postapocalíptica, añadiendo de forma apócrifa: “Aquí se hace lo que me sale del nabo”.
En conclusión, la lectura de este tomo me ha producido los mismos sentimientos encontrados que cuando terminé Olvida mi nombre. Por una parte, Zero me cae muy bien y tiene un sentido del humor soez y friki que he de confesar que me encanta. Pero, por otro lado, parece que se resiste a tomar el tono serio que algunos pasajes requieren. Un ejemplo de ese abuso que hace que esta obra se resienta es que, para preservar la identidad de unos milicianos que lo están protegiendo en una zona en guerra, los dibuja como si fuesen aceitunas. No entiendo esa desafortunada decisión, que me pareció todavía más incongruente al ver que el prólogo revela la identidad de uno de ellos al que le hace una hermosa semblanza; dando así una muestra más de lo identificado del italiano con la causa kurda.
Por eso os tengo que decir que puede estar bien este cómic para conocer de forma superficial la situación del pueblo kurdo, puede ser interesante, pero no esperéis encontrar una obra maestra. Por ello le doy de nota dos gatos.
Si os interesa, lo podéis conseguir aquí.
6 comentarios:
No termina de atraerme esta vez, así que prefiero dejarlo pasar.
Besotes!!!
No te lo recomiendo especialmente la verdad. Sólo es para pasar un rato entretenido.
No termino de verlo para mí, lo dejo pasar.
Besos.
No me atrae el formato comic. Creo que para saber algo sobre los kurdos y su situación (que me resulta muy interesante), prefiero la letra sin imágenes o imágenes en páginas aparte de la letra.
Es curioso, pero ni de niña me gustaban los comics. Tampoco los dibujos animados, por cierto.
Un beso.
No te pierdes algo demasiado interesante, la verdad. Muchas gracias por comentar.
Un buen ensayo o documental te va a ser más interesante que este cómic, no pierdas el tiempo. Muchas gracias por comentar.
Publicar un comentario
Cuéntanos todo lo que te apetezca pero siempre con respeto y educación hacia los escritores, sus obras, la autora del blog y los demás comentaristas. ¡Muchas gracias por comentar!