miércoles, 26 de enero de 2011

Persiguiendo ángeles, de Alberto Díaz

Publicado por Goizeder Lamariano Martín

Título: Persiguiendo ángeles
Autor: Alberto Díaz
Editorial: Ediciones Oblicuas
Año de publicación: 2010
Páginas: 232
ISBN: 9788415067214

Persiguiendo ángeles es la primera novela de Alberto Díaz y ha llegado a mis manos gracias a Ediciones Oblicuas, por lo que aprovecho para darles las gracias desde aquí por enviarme esta novela tan especial. Porque todo en esta obra es especial, diferente, desconcertante. La portada, la sinopsis y, por supuesto, los 19 capítulos que forman esta corta pero intensa historia. Una historia que nos habla de los sentimientos del ser humano de una forma extrema, salvaje, brutal. Nada de edulcorantes. La realidad tal y como es, a lo bestia, sin suavizarnos absolutamente nada. 

El protagonista de la novela, del que nunca llegamos a saber su nombre, se encuentra desesperado después de que su novia, a la que odia y ama con la misma intensidad, le haya abandonado, dejándolo solo, a su suerte, en el cuchitril en el que los dos compartían sus miserias.

Quiere olvidarla, humillarla, destrozarla, como ella le ha destrozado a él. Quiere vengarse de esa bruja que le ha hechizado, que le ha vuelto adicto a ella, que le ha convertido en un idiota, en un gilipollas incapaz de pensar en otra cosa, incapaz de rehacer su vida, incapaz de ser alguien normal.

Pero, mientras lo intenta, se consuela de la única forma que sabe. Persiguiendo ángeles. ¿Y cómo lo hace? Fotografiando a personas que se encuentran peor que él. Hombres y mujeres de todas las edades que están hundidos, atrapados, en los estados más descorazonadores del ser humano. Con una escalofriante frialdad, el protagonista observa y escucha a estos miserables en los lugares más variados: la sala de espera de un hospital, un parque, una cafetería, un dormitorio o un instituto.

No importa que esas fotografías con las que atrapa a esos ángeles redentores y salvadores estén únicamente en su imaginación. O, mejor dicho, en sus manos. Sí, en sus manos, porque esas fotografías están tomadas con la única ayuda de sus manos.

Tengo cuatro dedos formando dos eles creando un encuadro encerrando a un ángel disfrazado de pajillero engullendo rosquillas. Quizás no sea la mejor foto del mundo, pero es lo que hay. Incluso un poco de misericordia adulterada me haría sentir bien en estas condiciones. Solo necesito una pequeña dosis de salvación. De nuevo.

El mocoso, idiota, gordo, ese jodido pajillero, ese maldito pichacorta, ese maloliente inadaptado al que nuestro protagonista fotografía en su cafetería favorita es solo uno de los ángeles a los que persigue y atrapa a lo largo de la novela. A él le seguirán Don Perfecto, un hombre que espera en la sala de un hospital a que su mujer dé a luz y convertirse en el padre perfecto. Con su fantástico bronceado en pleno mes de octubre, sin dejar de comportarse como un caballero a pesar de los nervios de la espera. Inmutable y siempre apuesto, con sus dientes brillantes y divinamente alineados.

O la Chica de Negro que está sentada enfrente de él en el vagón del metro. Una adolescente que coquetea con el suicidio mientras, al mismo tiempo, intenta salvar a su novio. Porque ella, al igual que nuestro protagonista, odia a muerte a la humanidad, se odia a sí misma, quiere morir, pero no lo hace. Una chica de 16 años que intenta ayudar a su novio de 17 a redimirse a través del arte, sin sospechar las consecuencias que pueden tener unos simples lápices de colores. O ese mendigo que desnudo, posa en el parque ante la peculiar cámara de fotos de nuestro protagonista.

Pero esta historia no está formada únicamente por esos ángeles. También está formada por un niño solitario, incomprendido, que no tiene amigos ni el amor y la atención de su madre y que busca compañía y amistad en unos gusanos de seda y en una serpiente. Y por una última foto en la que el protagonista se enfrenta ante el espejo a su propio reflejo. Unas enormes ojeras, unos dedos en carne viva por culpa de unas uñas demasiado mordidas, tantas semanas sin afeitarse, apestando, luciendo unas costillas gracias a un ayuno voluntario que se le ha ido de las manos. Dientes teñidos de rojo y unas encías como tomates a punto de estallar.

Una última foto que adelanta el final del libro, un final tan anunciado como impredecible. Un final brutal, violento, cruel, duro, inhumano, bárbaro, lleno de semen, sangre y fango, lleno de suciedad y redención. Un final que no deja indiferente a nadie. Un final lleno de odio, pero también de amor. Un final con el que comienza un nuevo día y una nueva vida. Un final lleno de ángeles redentores a los que perseguir.

Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí

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